viernes, 29 de agosto de 2008

Teacher


Cuando uno está en el colegio ve a sus profesores como bichos raros. Son esos sujetos - normalmente MUY extraños- que se aparecen en los salones a torturarnos con tareas y trabajos, y a darnos largas charlas sobre cosas que ni entendemos ni nos interesa entender. Encima se molestan con frecuencia y nos fuerzan a comportarnos de una manera totalmente antinatural: un adolescente sentado en silencio y escribiendo por más de 2 horas seguidas, para solo tener 15 minutos de descanzo es definitivamente antinatural.

Ellos además representan a "la autoridad"; y como tal deben ser desafiados. Son todo lo aburrido; un obstáculo a ser superado para poder gozar de nuestra libertad.

Con tantas buenas razones para que no nos caigan simpáticos es comprensible pues, que casi nadie quiera crecer para convertirse en profesor de colegio.

Yo soy una de las excepciones. Por años negué mi llamado. Estudié otra carrera y traté con todas mis fuerzas de seguirla. Pero no se podía contra el destino. Aún desde secundaria, otros profesores me hacían su asistente y nunca he dejado de enseñar algo, aunque sea de casualidad. Así, sin proponérmelo enseñé teatro, geografía e historia durante casi la mitad de mi tiempo en la universidad. Mi trabajo de medio tiempo era también trabajar con niños pequeños. Y luego me empezaron a llegar las ofertas para enseñar inglés. Primero 4 horitas semanales en un istituto; peo pronto se convirtieron en 20. Luego me llamaron de otro instituto más power y luego de una universidad. Y de la universidad me mandaron al colegio. A tres colegios en realidad.

Yo nunca busqué ninguno de esos trabajos. Pero así parece que estaba todo planeado para mí.

En mi nuevo papel de bicho raro que atormenta a los adolescentes encuentro retos todos los días. Hay chicos con problemas en casa, problemas de conducta, problemas de aprendizaje y situaciones absurdas a rallar -como el día en que Beto, un chico 12 años, simplemente le lanzó uno de sus zapatos a la cabeza a Julia, la niña de 12 años que le gusta, en medio de la clase, porque ya no sabe qué hacer para llamar su atención-.

Sin yo proponérmelo me he ido convirtiendo en parte del universo de estos chicos: Mi foto está en el anuario, tengo una chapa y los hermanos mayores les dan consejos a los menores sobre cómo comportarse en mi clase. He ayudado a algunos alumnos a superar problemas. He roto algunas reglas para hacerlos felices, como sacarlos a la cancha de fútbol a jugar zip-zap-boing cuando están muy tensos o llevarles premios por sus buenos trabajos, hago concursos de imitación de acentos y juegos en clase para que aprendan sin darse cuenta (porque apenas se dan cuenta de que están aprendiendo algo, su cerebro huye). Me los he llevado al Parque de las Leyendas, he jugado fútbol con ellos y les he dado consejos sobre cómo invitar a salir a la chica que les gusta, en lugar de pasársela desamarrándole los pasadores en clase.

Es cierto que me han hecho renegar, que a veces me sacan de quicio, que los he botado del salón, y los he jalado porque no han hecho un trabajo a tiempo. Y que me paso horas infinitas corrigiendo trabajos y exámenes.

Pero lo más grande es verlos sonreír al saludarme, verlos mejorar tanto en notas como en actitud porque les diste un consejo y verlos crecer delante de tus ojos.

Un nuevo amigo mío, profesor por más de 30 años me dijo: "Esta profesión nuestra no nos hace millonarios, pero la satisfacción emocional que uno recibe, no tiene punto de comparación."

Y tiene toda la razón.

Class dismissed.

Gracias por leer hasta aquí.

4 comentarios:

Cys dijo...

No tenía idea de las cosas que estabas haciendo. Me encantaría estar en una de esas clases :)

Mariella Villanueva dijo...

que feliz me pone que estes siendo tan feliz haciendo lo tuyo, alvarito. un beso grande!!!!

Joel Jones Pérez. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joel Jones Pérez. dijo...

Cuando nos juntamos pa jugar zip-zap-boing?